Clara acababa de cumplir 21 años cuando recibió un regalo que no olvidará jamás. Esa mañana, al llegar a casa de su abuela Carmen, la esperaba una pequeña caja envuelta en papel de lunares rojos, los mismos que siempre usaba en sus costuras.

Dentro había una bufanda de lana tejida a mano, de un tono azul profundo, como el cielo de invierno. Al principio, Clara pensó que era un regalo bonito pero modesto. Pero al extenderla, notó algo extraño: entre los pliegues, había un pequeño bolsillo oculto en el extremo, cosido con cuidado.

Dentro del bolsillo, perfectamente enrollado con una cinta de tela, había un billete de 50 euros. Y una nota.

“Para que te compres ese libro que tanto te gustó, o una entrada para el teatro. Lo importante no es el dinero… es que lo hagas tuyo. Te quiero. — Abuela”

Clara no pudo evitar emocionarse. Sabía que su abuela no tejía tan seguido como antes. De hecho, había tenido que deshacer varias veces la bufanda porque sus manos ya no eran tan firmes. Pero aún así, quiso hacer algo con sus propias manos. No solo darle dinero, sino envolverlo en tiempo, cariño y memoria.

“Mi abuela no me regaló solo una bufanda, me regaló una parte de sí misma”, escribió Clara más tarde en redes. “Y yo, como su nieta, sentí que ese billete era solo el pretexto… el verdadero regalo fue su amor”.

La publicación se llenó de comentarios, muchos de ellos compartiendo historias similares entre abuelas y nietas. Porque a veces, los gestos más simples son los que más perduran.